Justo antes de correr mi primer maratón traté de describir la emoción que sentía en mi blog anterior. Ahora que nuevamente lo leo me despierta el mismo sentimiento:
Coloco mis calcetas, luego los tennis para afinar los últimos detalles de un entrenamiento de meses. No hace falta nada, en mi cintura llevo el agua necesaria para completar el tiempo necesario sin sufrir algún percance por la falta del vital líquido.
Dejo las cargas mas pesadas en casa, aquellas que años atrás me mantenían en el anonimato, aquellas que me volvieron animal aletargado sin inspiración. Los ejercicios de respiración comienzan y de calistenia. Estiro cada uno de los músculos de mi cuerpo, siento el agradable dolor. Pongo los audífonos y comienza la música hipnótica, mi compañera por las siguientes horas. Bajo las escaleras, abro la puerta. Respiro el día y me invita a perderme debajo de la naturaleza.
No tengo una razón válida para muchas personas para arriesgar mi vida al correr por tanto tiempo. Los comentarios negativos que he escuchado: "No hay beneficio real", "sólo te estás fregando las rodillas", "es una tontería"... esa carga también la dejo atrás. Ahora, esta relación es entre el día y yo, mis pensamientos y mi cuerpo, donde me dibujo en miles de situaciones, donde dejo de ser tan torpe para hablar y donde tengo las respuestas correctas para todo.
Estoy listo para emprender la carrera de mi vida. Estoy listo para correr un maratón.
Y lo logré en 4 horas y 20 minutos.