Por: Alejandro Ortiz Tapia
Estamos a finales del mes de Julio y me acabo de dar cuenta que sólo escribí UN post en el blog en más de TREINTA días, pero también creo que si me comienzo a forzar a escribir sin la necesidad de expresar una idea clara, simplemente con el objectivo de llenar hojas vacías terminaré escribiendo posts como los que escribía al principio: enfocados sólamente a las carreras y entrenamientos.
Pero hoy si sentí esa rara necesidad de sentarme a escribir sobre mis recientes vacaciones a la Ciudad de México; vacaciones que por supuesto incluyeron una buena dosis de entrenamientos, mucha comida y algo que no pensé encontrar durante este viaje: mucha filosofía
A medio viaje abrí mi libro de notas y comencé a escribir lo que fue mi experiencia creciendo en la Ciudad de México:
Hoy dentro de mi hay un universo de palabras y de ideas, bromas tan especificas con tanta ciencia, de esas de la que nadie usa y pocos entienden. Recuerdos de años en los que reí y fui muy felíz, también recuerdo doloros de los que aún conservo su aroma.
Nunca he podido hablar sin llegar a un punto álgido, simplemente no paro, arremeto hasta que destrozo. No siento eco en casi nada ni nadie . Me siento en un punto duro en un momento complejo.
Asi como macromoléculas casi inconsumibles. Regresar a este ciudad me hace decir que regreso a casa sin realmente sentirlo, ahora soy un visitante más.
Mejor escribo así no me agobio y me veo experimentado y aprendiendo cosas. Mejor corro para entender que saborear el tiempo presente, el segundo en el que vivo. Ese estado mental es realmente mi casa y me siento de regreso en ella.
Castillo de Chapultepec (Junio 2017)