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El prisionero

Por: Alejandro Ortiz Tapia

Hace 13 años escribí esto y lo publiqué en Facebook y no quería que se perdiera.
(Feb 07, 2009)

Él se enamoró con la certidumbre necesaria para volverse vulnerable, abrirse no sólo a su mundo sino para también perderse en él y al final rendirse ante sus pies. Bastó unos instantes a su lado para entender que su destino tenía escrito el nombre de aquella mujer; y sí las estrellas indicaban eso habría que seguir las señales.

Hoy, después de haber conocido la locura, él es conocido como el prisionero de la celda setecientos ochenta y seis de la unidad dos para presos de mediana seguridad, ya ha dejado de ser un nombre para convertirse en un número (¿Acaso es posible dejar de ser algún día sólo un arreglo de números o letras?).

Su falsa popularidad le ha traído cero visitas después de dieciséis días de aprisionamiento. Cautivo, recluido, solo y desesperado, implora por una hoja de papel y un poco de tinta para poder perforar su cabeza,  verter sus ideas sobre la tinta y éstas cobren forma sobre aquél pedazo de papel. 

Algún guardia se apiada de aquél miserable y le extiende un papel con un lápiz tan pequeño que sería imposible un suicidio con tan insignificante artefacto; aún así el preso lo recibió como aquél que ha recibido un arma poderosísima. Con su semblante de dolor, tristeza, trata de mostrar una falsa alegría y recobra fuerzas para escribir la siguiente carta:

Día 8

Número 17: Maratón de la Ciudad de Mexico

Número 17: Maratón de la Ciudad de Mexico